Si ya sé. Tendría que haberte avisado, pero quería verte, sólo que no tenía tantas fuerzas como para querer demasiado. Así que me metí en la cama justo cuando faltaban diez minutos para tener que estar parada en Av. Callao esperándote.
Me sentía tan débil que de solo pensar en que ibas a recitarme tus múltiples opciones de lugares para cenar comida rusa o colombiana o peruana o vegetariana o japonesa o tailandesa que ni fuerzas para llamarte tuve. Prefiero estar sola con mi coca cola fría y mi arroz pegado. Mi ausencia seguramente va servirte como pretexto para uno de esos cuentos que escribís. Así que apagué mi teléfono, no fue nada personal. Ahora no voy a encenderlo nunca más, CREO.
No es que no me anime a prenderlo, pero prefiero dejarlo muerto. El silencio me gusta cuando todos hablan tanto.
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